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- Fiarse de nuestro propio criterio o del de otras personas no cualificadas en el tema.
- Hacer caso únicamente del asesoramiento de profesionales que son parte en el proyecto. Con vinculación económica, sentimental, etc.
- No contrastar con expertos y técnicos suficientes al tomar una decisión.
- Optar por el camino fácil y pretender que la responsabilidad caiga sobre otros.
- Amañar concursos, para imponer nuestro criterio pero poder echarle el muerto a otro si la cosa sale mal.
- Admitir que “cualquiera” puede estar cualificado para presentar una marca gráfica profesional a concurso.
- Creer que el diseño de imágenes corporativas es una cuestión de tener un minuto de inspiración y no de una labor profesional concienzuda.
- Creer que la imagen gráfica se limita a un símbolo y un logotipo.
- Creer que una nueva marca gráfica es una cuestión de índole principalmente estética.
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